Una verdadera amistad

Una verdadera amistadEsta mañana comprendí el significado de una verdadera amistad. Esta mañana tras el cambio horario me levanté tarde, me duché y decidí coger el coche y darme una vuelta por el río, la mañana soleada y brillante me despeja la mente después de una semana interminable de trabajo, veo que ha cambiado la zona donde me bañaba de niño pero el río sigue ahí impasible aunque con menos caudal, pienso que al ritmo que llevamos no tardará en secarse totalmente y dejaremos de oír el ruido del agua al precipitarse entre las piedras. La añoranza me invade…

Al poco recuerdo que mi padre me llevaba de niño junto con mis hermanos, muy cerca de donde estaba, a una casa de un amigo suyo y allí pasábamos las tardes de los domingos, el marco es incomparable junto al río.

Arranco de nuevo el coche y me decido a ir a verlo, han pasado muchos años y mi padre hace 14 años que murió, pero sabía que su amigo seguía allí. A los 10 minutos aparcaba junto a la puerta y él, al oír el ruido del motor, salía de la casa a ver quien era, me reconoció al instante y lo primero que me dijo es “me acuerdo de tu padre todos los días”, sabía que mi padre le tenía mucha estima y era recíproca.
Mientras paseábamos por la huerta me contó como conoció a mi padre y me sorprendió lo fresca que tenía la mente, iba a cumplir 86 años, éste es un resumen del relato:

“Yo tendría unos 7 u 8 años y vivíamos entonces en el pueblo, cerca de la plaza, y mi madre apenas me dejaba salir a la calle pues justo por la puerta pasaba todo el transito de carros tirados de mulas y cargados hasta los topes, cuando podía me escapaba a jugar y allí conocí a tu padre, yo era mayor que él unos 6 meses, traía sus bolas y peonzas, nos lo pasábamos bien ajenos a los tiempos que corrían y que pronto aún vendrían peores. Mi padre heredó unas tierras y nos vinimos al campo dejándonos de ver, pronto estallaría la guerra civil española y pasaron varios años para volver a verlo, y fue de una forma muy curiosa, una mañana al acercarme a la orilla del rió veo que alguien está pescando y al volverse me reconoció enseguida y muy seriamente me dice ‘¿es que vives aquí?’… tendríamos unos 12 ó 14 años, por entonces yo cogía los peces hasta con las manos y tras llenar el cesto tú padre vio que era la hora de marcharse, pues había varios kilómetros que recorrer para llegar al pueblo y había que hacerlos a pie, yo le indiqué un atajo y al pasar junto a mi casa mi padre le preguntó que de quien era hijo, tu padre muy serio (así fue su carácter siempre) le contestó y mi padre se quedó muy sorprendido al comprobar que se trataba de un antiguo amigo suyo. Mi padre le dijo que la próxima vez que viniera a pescar se quedara a comer con nosotros y desde entonces todos los sábados por la tarde y los domingos enteros nos lo pasábamos juntos, adquirimos una complicidad que con solo mirarnos ya sabíamos lo que pensábamos. Y hasta poco antes de morir venía todos los fines de semana, habían pasado 62 años.”

Eso era una autentica amistad, ni los avatares de la vida hizo que menguara, y lo más sorprendente era que eran dos caracteres muy diferentes, mi padre tenía un carácter muy fuerte e introvertido y sin embargo su amigo tiene un carácter muy apacible y extrovertido, quizás ahí radicaba el complemento de esa amistad tan duradera.
Yo ahora repaso mi vida y no encuentro ninguna amistad con ese grado de complicidad, ya quisiera yo…

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